Monday, September 29, 2008

Murga
















Tampoco es un libro sobre el sufrimiento y la muerte de grandes héroes y mártires, ni sobre los preeminentes "capos" —prisioneros que actuaban como especie de administradores y tenían privilegios especiales— o los prisioneros de renombre. Es decir, no se refiere tanto a los sufrimientos de los poderosos, cuanto a los sacrificios, crucifixión y muerte de la gran legión de víctimas desconocidas y olvidadas, pues era a estos prisioneros normales y corrientes, que no llevaban ninguna marca distintiva en sus mangas, a quienes los "capos" realmente despreciaban. Mientras estos prisioneros comunes tenían muy poco o nada que llevarse a la boca, los "capos" no padecían nunca hambre; de hecho, muchos de estos "capos" lo pasaron mucho mejor en los campos que en toda su vida, y muy a menudo eran más duros con los prisioneros que los propios guardias, y les golpeaban con mayor crueldad que los hombres de las SS. Claro está que los "capos" se elegían de entre aquellos prisioneros cuyo carácter hacía suponer que serían los indicados para tales procedimientos, y si no cumplían con lo que se esperaba de ellos, inmediatamente se les degradaba. Pronto se fueron pareciendo tanto a los miembros de las SS y a los guardianes de los campos que se les podría juzgar desde una perspectiva psicológica similar.


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“Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros —como cada cual prefiera llamarlos— lo sabemos bien: los mejores de entre nosotros no regresaron”


"Man's Search for Meanin” Víktor Frankl

Murga


Saliste un día a caminar vaya a saber a dónde lo hacías. En total libertad, pues yo te la estaba dando aunque sin mi voluntad, ya que fue un acto de debilidad el dejarte; desde ese momento sentí que no estaba todo bajo control. Vos, mi hija ya no estabas bajo mis órdenes y habías aprendido a andar sola sin mi mirada. Mientras tanto no aparecías y a dónde sería que estabas ¿dónde? Así pasé todo el día pensando y pensando por vos, hasta que salí de casa a buscarte, aunque de antemano sabía que la misión iba a ser inútil. ¿En qué andarías? ¿En lo de una amiga?¿con algún hombre al que no conocía? En fin; lo más difícil es que esperaba lo peor, temía por tu integridad y por tu vida; así estuve todo un día y una noche caminando y preguntando por vos; para hallarte pero no lo hice; volví a casa a las seis de la mañana y me tiré a dormir agotado, pero apenas si lo hice unas tres horas. Me levanté, me lavé la cara, agarré tu foto y salí buscándote con el mismo instinto del día anterior, no había nada racional que me llevara. Era un pulso nervioso que denotaba mi carencia y sufrimiento… tu ausencia. Solo el movimiento podía aplacar algo esta profunda dolencia.

Era de tarde, como las 4 más o menos, hacía mucho calor, el sol arriba haciendo rajar el cemento y yo llegando a una plaza con mucha sed, y me aproximé al bebedero. A lo lejos una murga con su ruido fiestero, unas cien personas a su alrededor y se alcanzaba a ver las figuras y los tambores de estos artistas de la calle, con sus bailes, acrobacias, magia, ritmo, alegría y color. No estoy para esto. No hacía falta que me lo dijera. No me puedo distraer. Estaba buscando a mí ser más preciado. Y me remordía pensando en todo lo que la habría hecho sufrir a la pobre durante cuántos años; es que en realidad; me había comportado con ella como un tirano y; temía lo peor ¿Qué habría estado haciendo ella durante tanto tiempo a escondidas, qué sería de ella sin mi consentimiento?
Mi cabeza bollaba sin dirección; perdida en una mareada idea cualquiera.

Me fui del lugar, mal; hasta que llegué a una farmacia en la que atendía una anciana, a quién le mostré la foto de Ailén; aquella me dijo, me sugirió que vaya al canal de televisión y que ellos pedirían datos sobre ella a la audiencia; lo que no me pareció mala idea. Fue un oportuno consejo, más bien era lo de más criterio dada mi preocupación y desborde. Al llegar a la Televisora, me dijeron que ese mismo día a la noche saldría su imagen por la pantalla, lo cual agradecí.

Como eran las 8 de la noche decidí emprender la vuelta. Muy triste por la falta y ya entrando en casa me di que estaba sentada en el sillón escuchando su música. Me acerqué, me senté y le conté lo mal que me había puesto en estos días, a lo que ella repuso defensivamente con admiración, que no tenía por que ponerme mal, cuando su salida era algo que ya se había pactado tácitamente. Pero lo que Ailén no se daba cuenta era del angustioso momento vivido y por primera vez en su crianza. Sensación de descontrol. Me contó que estaba en un grupo de amigos que se dedicaban a alegrar la ciudad. Eran los murgueros que esa tarde había visto en la plaza. Lo que pasó de aquí en más sin duda, fue distinto a todo lo anterior. Desde ese momento empezamos a hablar distinto. Empezamos a ser distintos.


Para Ailén, Quimey y su Madre








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